martes, 1 de abril de 2014

El gran hotel Budapest (Wes Anderson, 2014)

Es cierto que disfruto mucho viendo dramas y relatos costumbristas, pero si todavía no habéis visto 'El gran hotel Budapest' no debéis perderos esta deliciosa comedia negra con tintes surrealistas, es toda una experiencia visual que, con un estilo muy particular, homenajea el mejor cine de autor. Todo en esta película está minuciosamente cuidado, desde el guión y el lenguaje hasta la escenografía y el vestuario, logrando que el detalle estético más insignificante adquiera una importancia casi poética. Cada plano es como un cuadro independiente en sí mismo digno de ser contemplado, por lo que no cabe duda de que se trata de una película que debe ser vista en el cine, en una pantalla grande, donde puedan apreciarse todos los matices y tonalidades cromáticos que Wes Anderson utiliza como un lenguaje que funciona por sí solo. Al ver 'El gran hotel Budapest' he recordado otras películas de sello muy personal y delirante como las del director francés Jean-Pierre Jeunet 'Delicatessen' (1991, con Marc Caro), 'Le fabuleux destin d'Amélie Poulain' (2001) y 'Un long dimanche de fiançailles' (2004)...



Al final de los créditos de la película, Wes Anderson declara sin ambages que para escribir el guión se inspiró en la obra del escritor judío nacido en la Viena del imperio austrohúngaro, Stefan Zweig (1881-1942), sobre todo en un libro autobiográfico titulado El mundo de ayer "Memorias de un europeo" escrito poco antes de su suicidio, durante sus años de exilio tras el triunfo del nacionalsocialismo y la llegada al poder de Hitler en Alemania, con el consiguiente estallido de la Segunda Guerra Mundial. Cito a continuación la información recabada en Wikipedia:

"Este libro mezcla impresiones de la vida vienesa y europea anterior a la Primera Guerra Mundial con recuerdos personales de Zweig. Es sin embargo una memoria reservada, en la que no se menciona la vida sentimental del autor.
Zweig señala sin reparos los defectos de esa sociedad desaparecida (la pobreza de grandes sectores de la población, la permanente minoría de edad de las mujeres, la hipocresía sexual), pero añora también con pasión (que, como en otras obras suyas, tan bien sabe transmitir) el ideal deprogreso indefinido y la ferviente fe en el ser humano que desaparecerían para siempre en las trincheras de la Gran Guerra. Los títulos de los capítulos (Eros matutinusUniversitas vitae) evocan una cultura humanista y el frescor de una esperanza en el futuro que quedarían destrozadas por los primeros desórdenes del siglo XX. La lectura se hace aun más dramática si se recuerda que Zweig se suicidaría poco después en compañía de su esposa, llevado por la desesperanza ante el aparente triunfo del nazismo en la Segunda Guerra Mundial.

La nostalgia que siente el personaje principal Zero (encarnado, ya en la tercera edad, por un encanecido F. Murray Abraham, cuya voz hace las veces de narrador e hilo conductor de la historia) por un pasado que no ha de volver tiene su origen en la brusca desaparición del microcosmos elitista y hermético de la sociedad burguesa y aristocrática prebélica que albergaba el majestuoso edificio que da nombre a la película. Esa añoranza por una época que para algunos fue mejor está milimétricamente simbolizada por el contraste estético del gran hotel Budapest, primero lujosa y exquisítamente decorado en alegres tonos pastel y poblado por personajes de una elegancia impoluta (no solo los huéspedes, también el personal) y luego decadente, descuidado, teñido de esa deprimente combinación de grises y colores marrones y anaranjados que geométricamente conjuntados nos remiten a la opaca realidad al otro lado del telón de acero, donde tras el inicio de la guerra fría la dictadura del comunismo soviético terminó deshumanizando cualquier atisbo de creatividad y libertad individual en nombre de la uniformización y la justicia social. Otros tantos elementos estéticos (como las "zz-zz" de banderas y uniformes militares) son una clara referencia al otro régimen totalitario del siglo XX: el nazismo fascista de Hitler. Una combinación explosiva...

Al parecer, Wes Anderson escribió el seductor personaje del impecable y epicúreo conserge pensando en Ralph Fiennes, pero no se lo dijo. Al proponerle que participara en la película, le dio a leer el guión y luego le preguntó qué papel quería interpretar: la respuesta de Fiennes es evidente. Personalmente le recuerdo sobre todo por dos papeles dramáticos en dos estupendas películas, 'El paciente inglés' (1996) y 'El jardinero fiel' (2005), y también por su papel de comandante de las SS en 'La lista de Schindler' (1993). En esta ocasión, el actor británico demuestra también con creces sus dotes para la comedia, formando un perfecto dúo muy dinámico junto al joven y talentoso Tony Revolori, un actor californiano de origen guatemalteco.

La siempre camaleónica Tilda Swinton está impresionante en su breve pero crucial personaje de Madame D, que vive enamorada del conserje Gustave H., la única persona que sabe tratarla con afecto. Esta actriz anglo-escocesa nacida en 1960, miembro de la nobleza británica por su ascendencia paterna, saltó a la fama por su andrógina interpretación en 'Orlando' (1992) y ganó un Óscar en 2007 como actriz de reparto por su papel en 'Michael Clayton'. Tilda tuvo que someterse a largas sesiones de maquillaje y peluquería antes de cada día de rodaje para encarnar a la aristocrática y millonaria octogenaria cuya repentina muerte sirve de desencadenante de la rocambolesca trama.

Digno de mención es también el rostro angelical de la irlandesa Saoirse Ronan, a la que recuerdo por su papel de caprichosa y malintencionada niña aprendiz de escritora en la épica 'Expiación' (2007) y que aquí encarna a la delicada pero valiente repostera que se enamora del botones Zeta Mustapha...

Quisiera seguir comentando la película, como veis da mucho de sí, pero ya es tarde, así que dejo que comentéis vosotros y mañana sigo... ;) 







Reconozco no haber visto ninguna otra película del norteamericano Wes Anderson, pero ya tengo preparada 'Los Tenenbaums' (2001) para mi próxima velada cinematográfica

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