martes, 4 de marzo de 2014

Fuerte Apache (Jaume Mateu Androver, 2006)

Fuerte Apache (Jaume Mateu Androver, 2006)


He de decir que soy ‘fans’, así, con ‘s’ -como dice la Agrado- de ‘Versión española’. Imprescindible programa conducido por Cayetana Guillén Cuervo. De no ser por este espacio de La 2, debo reconocer que yo no habría visto ni la décima parte del cine en español que conozco (¡y el que me falta!), ni tampoco sabría quiénes son la mitad de los excelentes actores y actrices, directores y directoras del panorama actual. Y es que, como ya he comentado en alguna otra entrada, en Andorra sólo tenemos un multicine y la mayoría de las películas españolas o latinoamericanas suelen brillar por su ausencia, por motivos comerciales supongo. Luego tenemos las sesiones del Cineclub, que suelen ser dos veces al mes, pero claro, se intenta mostrar también películas de otros países, así que...
En fin, que gracias al mencionado programa, cada semana tengo mi buena dosis de movies in Spanish.


Hace dos semanas le tocó el turno a ‘Fuerte Apache’ (Jaume Mateu Androver, 2006), una película sobre el día a día de jóvenes delincuentes semi-recluidos en un centro tutelar de menores, sobre la necesidad de ver esperanza al final del túnel, sobre segundas oportunidades en la vida en general y en el amor en particular. Juan Diego (Toni) y Lolita Flores (Carmen) nos regalan dos personajes curtidos y entregados, gente corriente que, como cualquier ser humano, arrastra un pasado y tiene que levantarse cada mañana para seguir caminando, aunque no siempre tenga ganas de hacerlo. Ambos actores están estupendos, muy creíbles. La interpretación de los jóvenes es muy reseñable, porque entiendo que no tenían experiencia previa en cine y además provenían de estratos sociales más o menos marginales. Vidas complicadas que aportan veracidad y naturalidad a los personajes que interpretan, pero no por ello hay que restarle mérito a sus dotes interpretativas. De hecho, no deja de sorprenderme que esta película pasara completamente desapercibida en los premios Goya (que alguien me corrija si me equivoco), puesto que no me consta que recibiera siquiera una triste nominación, sobre todo en las categorías interpretativas.


Entre todos los actores noveles destaca Hamza El Hilali, el más pequeño, un niño magrebí cuya soltura y magnetismo ante la cámara sorprende, aún más a sabiendas que no iba a ser él el elegido; al parecer fue descubierto por la directora de casting casi por casualidad. La escena en la que Tariq, tras haber presenciado el espeluznante asesinato de la abuela de otro compañero del centro a manos de su propio nieto (Ricky), aparece frente a la puerta del restaurante que regenta Carmen para gritarle, desesperado, que él no ha hecho nada, que él quería algo mejor, es desgarradora. Al verle desaparecer en la noche por las oscuras calles de la Barceloneta, uno se teme lo peor y más aún cuando, drogado por el pegamento que no puede dejar de inhalar para tratar de evadirse de las terribles imágenes que lo atormentan, lo vemos zigzaguear sobre los bloques de cemento del espigón. “Está condenado, se va ahogar”, pensé. Pero por suerte esta película, si bien no elude la cruda realidad “que siempre supera la ficción”, termina con una imagen positiva y esperanzadora: la de Toni y Tariq pescando juntos en el mar. Cierto es que este final no es garantía de un futuro mejor duradero y sostenible, pero el director ha querido terminar así su película, con aire optimista, al menos para algunos de sus personajes. Tampoco sabemos si Toni y Carmen terminan juntos, de hecho ella deja bastante claro que está dispuesta a intentarlo una vez más (enamorarse), pero que no va a dejar que nada ni nadie se interponga en su propio camino hacia la felicidad (interior): “ya no soy una niña…, “o lo tomas o lo dejas…”, sentencia, segura de sí misma y de lo que puede ofrecer como mujer y como persona.

Volviendo al tema de los jóvenes marginales de 'Fuerte Apache', me llamó la atención una de las réplicas de Ricky, cuando dice de uno de sus compañeros del centro que ha empezado a trabajar descargando pálets: "es un esclavo". Richy parece no tener ninguna intención de enderezar su vida porque sencillamente las supuestas oportunidades de futuro que desde el centro le ofrecen los adultos carecen por completo de atractivo para él. Si analizamos la vida desde su punto de vista, el camino a tomar se reduce a dos opciones: seguir delinquiendo para poder seguir siendo “libre” (mientras no lo pille la policía) y hacer lo que le dé la gana en todo momento, sin horarios ni responsabilidades, o dejar de delinquir para convertirse en un esclavo del sistema, con un trabajo monótono y mal remunerado, muchas horas de ‘curro’ para cubrir apenas sus necesidades más básicas... Es obvio cuál de las dos va a seguir. Así, se da por sentado que estos jóvenes deben esforzarse por aprender a vivir dentro del sistema, que deben dejar atrás sus vidas marginales para insertarse en una sociedad que les ofrece... ¿qué les ofrece? Podría lanzar un debate mucho más profundo sobre los valores y prioridades de la sociedad (¿occidental?) en la que vivimos, y discutir ya no solamente sobre el destino de estos chicos sino también sobre las expectativas de futuro de los jóvenes (y los ya no tan jóvenes) en general que, a menudo milagrosamente, se mantienen en un frágil equilibrio, evadiéndose como pueden de una cotidianidad que no satisface en absoluto...
    

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