miércoles, 9 de abril de 2014

Noé (Darren Aronofsky, 2014)



Al parecer, el domingo por la tarde, mientras asistía a la proyección de la última película del siempre sorprendente Darren Aronofsky (nominado en 2011 al Óscar como mejor director por 'Cisne negro '), en Andorra se produjo un pequeño temblor de tierra, algo bastante inusual por estos lares si lo comparamos con los continuos movimientos sísmicos de otras latitudes como Chile o Japón, por ejemplo. Yo no sentí nada, pero no deja de parecerme curiosa la casualidad de que la tierra temblara justo cuando yo estaba enfrascado en una película que trata sobre el mayor de los cataclismos que (supuestamente) ha padecido la humanidad, el famoso diluvio universal...


Cuando era pequeño me fascinaba el 'cine catástrofe', esos filmes en los que sucedía algún accidente o desastre natural y que despertaban en mí, por igual, mis sentimientos más compasivos pero también los más morbosos: 'La aventura del Poseidón' (1972), 'El coloso en llamas' (1974), 'El puente de Casandra' (1976) o la mismísima 'Superman' (1978), con aquella memorable escena en la que Lois Lane (interpretada por la tristemente olvidada Margot Kidder) muere asfixiada en su coche a causa de un corrimiento de tierra, resucitando minutos más tarde gracias al sobrenatural empeño de su idolatrado superhéroe...
En fin, todo esto para decir que 'Noé' no creo que encaje demasiado en ese género cinematográfico, como tampoco puede decirse que se trate de una película estrictamente 'bíblica', de hecho creo que el director ha querido desmarcarse precisamente de esa etiqueta interpretando el mito del Arca a su manera: su 'Noé' es atemporal y de corte ampliamente fantástico, como se encarga de enfatizar a través de varios elementos: la presencia de seres inconcebibles como los Vigilantes, seres de luz que por ayudar a los hombres se convirtieron en ángeles caídos y fueron condenados por el Creador (quienquiera que sea) a arrastrarse por la Tierra encerrados en un pesado y denso cuerpo hecho de lava, roca y barro; o la indumentaria que no corresponde demasiado a las túnicas y sandalias que solemos asociar a la época bíblica, sino que parece más próxima a la ciencia ficción de 'Waterworld' (1995) o, si me apuráis, 'Mad Max 3' (1985), ambas de temática apocalíptica.
Justamente, el fin del mundo en realidad solo es una excusa que da pie a reflexionar sobre otros temas de actualidad como la ecología y la defensa del reino vegetal y animal, habiendo tantas especies en peligro de extinción por culpa de la codicia inherente a nuestra civilización mal llamada del desarrollo (en la película, Noé y los suyos denominan a los animales que han de salvar 'los inocentes'). Pero el trasfondo de la historia que nos quiere contar Aronofsky, partiendo de uno de los principales mitos del Antiguo Testamento, me parece mucho más profundo y metafísico: la creencia o no en la fe y la búsqueda atávica de la espiritualidad, la aceptación de la presencia del bien y el mal en cada uno de nosotros y los dilemas existenciales que ello a menudo nos acarrea, el descubrimiento de una misión personal y los secretos del destino de cada ser humano que misteriosamente nos parecen trascender los límites de la vida terrenal...

Bien es cierto que Aronofsky nos tiene acostumbrados a personajes que llevan su vida al límite, y en ese sentido su Noé no es una excepción: ya habíamos disfrutado (no sin cierto malestar) de personajes extremos en su filmografía, como en 'Cisne negro' (2011) o en 'Requiem por un sueño' (2000), en la que, por cierto, la toxicómana interpretada por una jovencísima Jennifer Connelly contrasta con la madurez del personaje de la actriz en 'Noé', una devota y equilibrada esposa que ni siquiera tiene nombre. Otro tema que parece ser recurrente en el cine de Aronofsky son las alucinaciones, causadas -o no- por algún tipo de psicotrópico: las anfetaminas, la cocaína y la heroína en 'Réquiem por un sueño', el éxtasis en 'Cisne negro' y algo parecido a la ayahuasca en 'Noé'. Realidad y fantasía que se entremezclan para crear una atmósfera inquietante. 

En cuanto a los actores, el Noé de Crowe me parece un personaje muy bien trabajado, rico en matices, un hombre que se debate entre el peso de la responsabilidad ancestral de llevar a cabo una misión divina que ha de restablecer el equilibrio en el mundo y el amor que siente por su familia, incluida la irracional necesidad de perpetuarse en la Tierra después de haber muerto. Russell Crowe y Jennifer Connelly retoman aquí su química como pareja en la ficción, tras aquella inolvidable 'Una mente maravillosa' (2001). Los guapos y atractivos Douglas Booth y Logan Lerman (seguro que se ponen de moda en Hollywood, si es que no lo están ya) dan vida a los hijos mayores de Noé y la que fuera Hermione, la inseparable amiga de Harry Potter, la prometedora actriz Emma Watson, interpreta con una buena dosis de dramatismo a la hija adoptiva y última responsable, cual digna descendiente de aquella primera Eva pecadora, de los peores quebraderos de cabeza de Noé tras el diluvio. También hay que destacar a un Anthony Hopkins en el papel del ermitaño abuelo Matusalén (aunque parece algo rejuvenecido, la verdad) y a Ray Winstone como el malo malvado de la película y descendiente de Caín.

Uno de los aspectos del mito del Arca que nunca ha parecido muy plausible y que los defensores de las teorías creacionistas no deben saber cómo explicar es sin duda cómo se las arreglaron Noé y los suyos para evitar que los animales se devoraran unos a otros. El director solucionó rápidamente el problema con un incienso a base de plantas y raíces que sumían a las bestias en un largo y plácido letargo, lo que pone de manifiesto, a mi modo de ver, que Aronofsky tenía muy claro que el espectador debía centrarse no tanto en el diluvio y sus motivos, sino en las disyuntivas que le van complicando cada vez más la existencia a un Noé ciegamente convencido de su cometido y que termina siendo víctima de su propio fanatismo...

¿Y vosotros? ¿Ya la habéis ido a ver? ¿Qué opináis...?


2 comentarios:

  1. La vi contigo, y estoy de acuerdo en todo lo que cuentas (muy bien contado por cierto) y veo paralelismo forzado durante toda la película entre Noe y tendencias actuales: la idea de sacrificar a mujeres y niñas, morir para salvar el planeta, conquistar el Edén, tener delirios mesiánicos, justificar la destrucción, no comer carne, pensar que hay humanos mejores unos que otros, buscar mensajes divinos en los acontecimientos, creer en líderes, el diferente rol masculino y femenino… llevándolo todo al extremo como una fuerte provocación. Hay momentos en que uno odia a este Noé.
    Sólo al acabar deja claro que el hombre es un ser completo (bueno-malo) y que hay que respetar la naturaleza (que nos da y nos quita).
    Finalmente el amor salva a la humanidad (muy simple).

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  2. Interesantes tus análisis, no te conocía esa vena de crítico del cine. Veo en estas latitudes muy poco cine por múltiples razones. Sobre todo si es cine hollywoodense que ya sabés que me provoca prurito. Seguramente prejuicios, muchos de ellos sobradamente fundamentados.
    Sin embargo lo que quisiera resaltar es ese gusto y olfato por el disfrute (que te ha caracterizado) de la cinematografía indistintamente de su procedencia.
    Te sugiero incursionar en creaciones latinoamericanas con propuestas interesantes.

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