jueves, 20 de marzo de 2014

La grande bellezza (Paolo Sorrentino, 2013)

Creo que es justo decir que anoche salí del cineclub en estado de shock. Durante más de dos horas asistí fascinado ante un fastuoso despliegue de imágenes que justifican, de principio a fin, el título de esta película que no puede dejar indiferente a nadie, y menos a los académicos de Hollywood que la han premiado este año con el Óscar a la mejor película extranjera.


La verdad es que no sé por dónde empezar, porque todo es digno de mención. Cada fotograma, cada diálogo, cada silencio. Se trata de una ofrenda (o una bofetada, según se mire), ya no sólo para los ojos, sino para todas las emociones que como seres humanos somos capaces de sentir. Confieso que al principio, a golpe de una exquisita fotografía y a falta de palabras, pensé que tal vez iba a ver una película del estilo Terrence Malick pero a la italiana. Invece no.

Como escenario de fondo, la bella y antigua Roma, la cuna de la civilización occidental, la ciudad eterna. Siempre Roma. Y de repente irrumpe en la pantalla Jep Gambardella (interpretado por un soberbio Toni Servillo), un cáustico, culto y refinado periodista que a pesar de estar ya entrado en años sigue siendo el dandi por antonomasia. Cuando era mucho más joven escribió una novela que le dio la fama, aunque hace ya tiempo que se le conoce mejor por ser el rey de las fiestas de la flor y nata romana. A partir de entonces como espectador me convierto en la sombra omnipresente de Jep, en testigo ocular de su acomodada pero inexorable decadencia, vivida con la serenidad del que es sabedor que mucho más no le puede pedir a Dios, si es que existe. Le acompaño a través de la nocturna mundanidad romana cual voyeur aventajado, conociendo no sólo a sus amigos más íntimos sino también a todos los personajes más o menos anónimos que habitan su universo profundamente, frágilmente, perdidamente humano.
Como él mismo se encarga de dejar claro desde un principio, Jep nació para la sensibilidad. ¿Hedonista? Por supuesto, hasta la médula, pero ante todo observador, apreciador de la belleza terrenal en todas sus formas y del arte de vivir. Al escribir esto me viene a la mente una frase que pronuncia Katharine Hepburn en 'De repente el último verano' (Joseph L. Mankiewicz, 1959), cuando recuerda que su adorado hijo Sebastian esculpía cada día de su vida como si de una obra de arte se tratara. Sus palabras están cargadas de nostalgia, como a menudo lo está la mirada de Jep, que sabe que en algún momento ha de llegar el día en que sus ojos, como le sucede a su efímera amiga Ramona, no volverán a ver el sol amanecer detrás del Coliseo.

Cierto es que 'La grande bellezza' retrata únicamente retazos de la vida y muerte de seres más o menos adinerados pero escandalosamente privilegiados, aunque no por serlo resultan ser más felices que otros menos afortunados. Eso sí, siempre les quedará la belleza del arte, como expresión necesaria e inequívoca de la inextricable humanidad de la que estamos hechos. Sor María, llamada 'La Santa', una lucidísima anciana de 104 años y misionera en África que sólo come raíces, es sin duda la excepción entre tanta opulencia y aparente frivolidad. Durante una cena íntima en su honor, sentencia: "Yo elegí la pobreza. La pobreza no puede contarse con palabras. La pobreza se vive".

Un guión escrito a la vez con la delicadeza y el cinismo de aquel que conoce bien los recovecos de la condición humana al desnudo. 

'La grande bellezza' es como la cara excesivamente brillante de una moneda, pero no deja de ser una oda a la inmensa, indescriptible aventura que es vivir.

Y vosotros, ¿qué opináis?

3 comentarios:

  1. Creo que es justo decir que este blog es justo lo que buscaba para desplazarme, para ser justos ni que sea un ápice, justo del epicentro de mi ignorancia -una más- especializada en el séptimo arte. Si encima es un amigo -hola bonic- quién lo alimenta, mejor que mejor. En lo referente a la película -La grande bellezza-, que tuvimos la suerte de ver sino revueltos, si en proximidad, casi nada que añadir a lo que Jordi dice.Un hermosísima visión calidoscópica, cargada de mala leche y ternura a partes iguales, de la fauna y flora romana digamos que sin horario fijo. Fotografía, unión, música, actores…todo rezuma tanta precisión y belleza, que hasta nosotros, los espectadores, estuvimos geniales.

    Un petó o dos, Jordi.

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  2. …discúlpenme ustedes y allí donde dice "unió" les agradecería lean "guión".

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  3. Genial aportació, moltes gràcies, Josep! No te preocupes porque ignorantes lo somos todos un rato, ya lo decía Platón, ¿no?, con aquello de "sólo sé que no sé nada...". La idea es disfrutar con este opio que es el cine, compartiendo y complementando visiones, perspectivas, enfoques a través de diferentes miradas, tan variadas como infinitas.

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