La gran estafa americana (David O. Russell, 2013)
American Hustle (David O. Russell, 2013)
Acabo de volver del cine, encantado. 'La gran estafa americana' es una de esas películas que sabe a clásico. Un guión redondo donde nada parece quedar al azar, repleto de giros inesperados, con personajes sólidamente construidos y, sobre todo, muy humanos en su imperfección.
Amy Adams, una de las nuevas musas de Hollywood, está estupenda en su papel de la guapa y sexy estafadora Sydney Prosser/Lady Edith Greensly, una mujer ansiosa por escapar de una existencia anodina y, en principio, capaz de cualquier cosa para alcanzar sus aspiraciones. Sin embargo, hay algo en la expresión de su rostro que nos hace intuir que esa dama segura de sí misma que se hace pasar por una aristócrata inglesa muy bien conectada esconde en realidad a una criatura errante, frágil y solitaria, también capaz de todo en nombre del amor y la lealtad. Reconozco que no conocía a esta bella actriz, pero tras informarme un poco (¡gracias, Wikipedia!) me muero de ganas de ver varias de sus películas, entre ellas 'Junebug', 'The Master', 'La duda', 'The Fighter' o la recién estrenada 'Her'. Parece que la carrera cinematográfica de esta sensual pelirroja se está consolidando a pasos agigantados: a sus 39 años acumula ya una larga lista de premios a sus espaldas, entre ellos quizás el más importante hasta la fecha, un Globo de Oro a la mejor actriz precisamente por su papel de Sydney y nada menos que cinco nominaciones a los Óscar en tan solo nueve años, la última también por 'America Hustle'. Aunque, en mi humilde opinión, es poco probable que le arrebate el premio a Meryl Streep por 'Agosto' o a Cate Blanchett por 'Blue Jasmine', pero con la Academia nunca se sabe...
Por su parte,el camaleónico Christian Bale está de nuevo poco reconocible, aunque esta vez no por una escuálida apariencia: véase su extraordinaria transformación en ‘The Fighter’ (2010), por la que ganó su primer Óscar o, más difícil todavía, en ‘El maquinista’ (2004), película para la que perdió más de 30 kilos pero que sin embargo no le valió el reconocimiento de la crítica. En 'American Hustle' el actor luce esta vez una oronda barriguita cervecera que, a los ojos de Sydney/Edith, no le resta sex appeal. Al igual que su avispada asociada en esto de ganar dinero sucio, Irving Rosenfeld se prometió a sí mismo desde niño que no se dejaría pisotear por los demás, como le sucedió a su padre, sino que en todo caso sería él quien se aprovecharía de la ingenuidad y desesperación ajena. Sin embargo, a medida que vamos conociendo mejor a este estafador de poca monta, descubrimos que también tiene su corazoncito y que es mucho más vulnerable de lo que cabía esperar. Sin apenas asombrarnos (al fin y al cabo no es ningún psicópata que se dedique a cometer asesinatos en serie), la película nos va mostrando que no solo es un buen padre (al menos parece que de vez en cuando lo intenta), sino que vive dividido entre la pasión que siente por Sydney, en quien cree haber encontrado una alma gemela para vivir en simbiosis, y los sentimientos contradictorios que suscita en él su joven e inmadura esposa, Rosalyn.
Aquí Jennifer Lawrence, la niña mimada de Hollywood, nos ofrece una exuberante interpretación (¡Me encanta el peinado! ¿O es pelucón...?) en el papel de una chica con carácter pero sentimentalmente desvalida, a la vez insoportable y enternecedora, un torbellino de emociones que nos cautiva por su autenticidad y lucidez. En el fondo, Rosalyn es como una niña que no quisiera crecer (“los cambios me asustan”, confiesa) y que no busca otra cosa que sentirse amada. Sus contradicciones y altibajos emocionales me recuerdan un poco al personaje de Tiffany en ‘Silver Linings Playbook’ o ‘El lado bueno de las cosas’ (2012), por el que Jennifer obtuvo el Óscar a la mejor actriz en la pasada edición, también bajo la dirección de David O. Russell y compartiendo protagonismo con Bradley Cooper, con quien repite aquí en ‘American Hustle’.
El personaje de Cooper, Richie DiMaso, es otro superviviente nato que también debe preguntarse a menudo cómo se las ha arreglado para tener una vida que no le satisface en absoluto. Su trabajo en el FBI lo es todo para él, su tabla de salvación en medio de una vida gris y agobiante al lado de una madre beata y una novia a la que ignora por completo. Perspicaz y osado, con un punto de agresividad y violencia que no siempre logra reprimir, espera dar el salto definitivo en su carrera profesional a costa de Irving y Sydney, de la que se prenda desde el primer momento, sin duda porque es la antítesis de su insípida prometida.
A medida que avanza la película, el ritmo de la intriga se vuelve más trepidante, tanto por la creciente complejidad del argumento, que refleja el cada vez más peligroso atolladero en el que se adentran los personajes, como por la incesante variedad de matices que estos nos regalan a medida que se van desprendiendo de las máscaras y el maquillaje (rulos incluidos) que tanto necesitan para sobrevivir en la jungla en la que les ha tocado existir. Las personalidades de los cuatro protagonistas no pueden estar más alejadas del blanco o el negro, sino que se tiñen progresivamente de una gama de grises inabarcable, como bien le dice Irving a Richie justo antes del desenlace. Una cosa está clara: todos ellos sufren, desgarrados en lo más profundo de su ser por viejas heridas sin curar y cada uno lucha a su manera por mantenerse a flote.
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