
Antonio es un personaje entrañable, tierno y sensible, entregado a su profesión en cuerpo y alma, acostumbrado a la soledad. De tanto tratar con niños ha olvidado cómo abordar el mundo de los adultos y tal vez gracias a ello mantiene la ilusión intacta y no titubea a la hora de utilizar todos los recursos a su alcance para cumplir un sueño.
El atípico profesor es deliciosamente secundado por una Natalia de Molina cuyo bonito rostro me recuerda a la primera Elsa Pataky. Las escasas pinceladas sobre la historia personal de Belén nos recuerdan que estamos en los años 60 y que España sigue siendo entonces un país de mentalidad retrógrada y conservadora. Vamos, que Franco seguía vivito y coleando. Belén aporta candor y feminidad a un entorno eminentemente machista, en una época muy poco indulgente (por decir algo suave) con las jóvenes solteras que se atrevían a saltarse el guión preestablecido y dejaban de ser chicas decentes, sobre todo si encima quedaban embarazadas y dejaban en evidencia a sus familias... Y luego uno se pregunta cómo pudo haber tantos casos impunes de niños robados... Sin embargo, Belén se rebela contra el destino que pretenden imponerle ("no voy a dejar que nadie decida por mí") y encuentra en Antonio a un amigo protector que la acompaña el tiempo suficiente para que ella encuentre el camino a seguir. De hecho la actriz, durante su intervención en la ceremonia y visiblemente emocionada al recibir su Goya como mejor actriz revelación, no dudó en tomar prestada de su personaje esa misma frase para dejar clara su postura (y la de muchas otras mujeres) ante la voluntad del gobierno español actual de modificar la ley vigente sobre el aborto.
Otro guiño cargado de buenas intenciones del madrileño director, que sin duda mantiene fuertes vínculos con Cataluña (estuvo casado con Ariadna Gil, con quien tiene dos hijos) es el claro mensaje de amistad y solidaridad que encarna el personaje al que da vida Ramón Fontserè, 'el catalán', que por amor a una italiana "que amaba el sol" terminó recalando en una diminuta localidad costera de Almería, haciéndose cargo él solo de un destartalado bar y de Bruno, su hijo discapacitado. Pese a ser uno más del pueblo, sigue fiel al Barça y a sus raíces y al final hasta interpreta 'La presó del rei de França' (yo no la conocía, gràcies Mireia...) con su trompeta, que casi parece un homenaje póstumo al recientemente desaparecido Josep Fortuny, la voz y batería de la conocida banda catalana 'Elèctrica Dharma', que en los años 80 popularizó dicha canción tradicional catalana del siglo XVI. La verdad es que en esta época de crisis varias en la que resurgen las tensiones identitarias y el exacerbamiento nacionalista, que en determinados contextos y coyunturas puede ser muy válido e incluso necesario, pero que a la vez no está desprovisto de peligrosas derivas por lo que conlleva de rechazo al otro, a lo diferente, en mi opinión es de agradecer este mensaje 'bon enfant' de camaradería y convivencia pacífica.
El trío protagonista lo completa un crecido Francesc Colomer, al que recordamos por su muy creíble y premiada interpretación de niño de la postguerra en la no menos galardonada 'Pa negre' (Agustí Villaronga, 2010). Aquí da vida a Juanjo, un introvertido adolescente que habla poco (y cuando lo hace se le nota bastante que no es de Madrid...), pero que dice mucho con su expresiva mirada. En un arrebato de rebeldía ha huido de casa, o más bien de la intransigencia paterna, y como Belén, también anda buscando un espacio propio de libertad que le permita ser él mismo. Así, ambos personajes, desde la fuerza que les da su juventud para perseguir sus sueños (Antonio, desde luego, les insta a hacerlo sin vacilar) aún a costa de perder la inocencia, simbolizan los anhelos de cambio de aquellos años. Quizás por eso, Antonio, 'el quinto Beatle', el que nunca deja de enseñar, les anima a vivir sin miedo. ¡Towanda!
Jordi, (3r intent per afegir comentari al blog) felicitats pel blog i pel resum/context de la pel.lícula! Un dels missatges que em va agradar més és el que apuntes al final, de viure sense por, i que aquella generació de nois no sigui una generació perduda.
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