lunes, 20 de octubre de 2014

Boyhood (Richard Linklater, 2014)

A primera vista, no debería ser difícil catalogar 'Boyhood' como una comedia dramática al más puro estilo costumbrista americano: la historia de una familia de Texas, con particular hincapié en las vicisitudes del hijo, a lo largo de más de una década. Hasta aquí, nada nuevo, podríamos citar varias decenas de películas sobre este manido tema. Pero es que 'Boyhood' es mucho más que el simple retrato de una familia, sin duda por la minuciosidad, constancia y cariño con la que ha sido concebida. Situada en las antípodas del típico producto hollywoodiense de consumo rápido, esta película se aleja por completo de la inmediatez compulsiva a la que estamos habituados, para convertirse en un fresco, tan real como la vida misma, sobre la sociedad estadounidense de principios del siglo XXI.

De hecho, la fórmula no es nueva y el propio Richard Linklater ya ha jugado otras veces a filmar los rostros de unos actores interpretando a los mismos personajes, con sus ilusiones, éxitos, fracasos, certezas y dilemas, valiéndose del paso del tiempo como principal ingrediente de sus argumentos. ¿Quién no recuerda la romántica historia de Céline (July Delpy) y Jesse (Ethan Hawke) en la trilogía 'Antes del amanecer' (1995), 'Antes del atardecer' (2004) y 'Antes del anochecer' (2013)?
Sin embargo con 'Boyhood', Linklater ha querido rizar el rizo en busca del más difícil todavía y en lugar de rodar una película en varias semanas, darla por terminada y estrenarla, esta vez se ha dado el lujazo de tardar más de dos lustros en contar una historia. Eso sí, para darle un máximo de realismo, no ha dudado en convencer a un estupendo elenco de actores (entre ellos Ethan Hawke, su artista fetiche) durante doce años para reunirlos de vez en cuando y seguir retratando no ya la historia de una familia de ficción, sino la evolución misma de una persona de carne y hueso, en este caso la del niño-adolescente-joven actor Ellar Coltrane.
Durante las dos horas y media que dura el film, verle crecer casi en tiempo real y ser testigos, bastante voyeurs, de muchos de los momentos de su vida, aunque sea ficticia (¿lo es?), hace que nos olvidemos que estamos frente a una pantalla y nos adentremos, lenta y sutilmente, en nuestro propio baúl de los recuerdos. Es una sensación parecida a la que experimentas cuando, una tarde lluviosa de domingo, se te ocurre abrir esa vieja caja de zapatos repleta de fotos mezcladas de varias etapas de tu vida y te das cuenta, así, de repente, que el tiempo transcurre inexorablemente y que cada acontecimiento de tu existencia, por insignificante que pueda parecerte, ha jugado un papel imprescindible en la construcción de ese ser único y maravilloso que ahora contemplas en el espejo. 

Podría seguir escribiendo sobre esta película, pero... mejor ve a verla y ya me contarás.

Nota: si quieres publicar un comentario acerca de tus propias impresiones acerca de esta película te sugiero que lo hagas en mi FB (Jordi Canut), ya que al parecer es complicado hacerlo en el blog... ¡Gracias!

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